Creo tener el inevitable don de aguarle la fiesta. Esto viene desde que éramos niños. Por ejemplo cuando salió una canción de los Nosequién y los nosecuántos, un grupo de música rock de inicios de los 90´s. Tenían una canción que versaba sobre el terrorismo y uno de sus versos mencionaba la palabra POTO. "Como Chirinos Soto con su cara de poto", tengo todavía el recuerdo de la cara de sorpresa de mi hermano y emoción por escuchar esa palabra en la radio. Él celebraba con euforia, pequeño anarquista de 6 años, mientras yo, la voz de la moral infantil, elaboré una invención inmediata y me negué a dar por cierto lo que habíamos oído, arruinando para siempre el grato momento.
Recuerdo otra ocasión, que hasta hoy es recordada como una de las traiciones más infames sufridas por mi hermano y que fue devastadora para el fortalecimiento de nuestra relación. Yo tendría unos 12 y el 9 y buscaba algo en su ropero. Entre el casual desorden infantil encontré un jean (un pantalón de dennim o de mezclilla) que no era de él. Era evidente que no era suyo ya que tenía un inserto de tela con un patrón que no había visto antes en su ropa. No tengo el recuerdo de lo que sigue, pero sé, por otros testimonios, que lo que a continuación narro es verídico. Le dije a mi mamá que había un pantalón que no era de Alfonso en su ropero. No sé exactamente qué pensaba que sucedería, pero estoy segura de que no tenía idea que mi mamá iba a armar un escándalo, correazo incluido. Pobre, nunca más confió en mí. Además yo no me disculpé nunca, puesto que no era consciente de lo que mis actos habían suscitado.
Luego seguirían muchas peleas y malos entendidos que hasta el día de hoy no sanan. Ahora él tiene 26 y yo 29 y sigo jodiéndole la vida.
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